Desde
la evolución del comercio a finales del Neolítico, época en que se descubrió la
agricultura y se tomó la misma como fuente principal de ingresos familiares; el
comercio ha sido proyectado en una línea que marcó el camino viable para la
sustentabilidad personal y familiar. La evolución de este ha sido progresiva a
las generaciones que le representan; y es por esta razón que sus esfuerzos han
sido dirigidos a seleccionar un mercado existente que puede adquirir productos
o servicios ofertados, generando así competitividad entre los oferentes de
dichos productos o servicios. A esta acción de competitividad dentro de un
segmento propio de mercado, se le denomina OCÉANO
ROJO, cuya premisa radica en la comercialización y logística tradicional al
contar con un producto o servicio que satisface necesidades de un grupo de
persona determinadas, enfocándose estrictamente en la asignación de costos,
políticas de venta, y sobre todo, el constante análisis de los competidores.
Gracias a los avances en la aplicabilidad de acciones en las empresas, ha
surgido una nueva estrategia que inició como un movimiento vanguardista que
marcó un antes y un después en el enfoque de los objetivos empresariales,
denominada OCÉANO AZÚL, que fomenta,
más allá de integrarse a un mercado, generar nuevos cuyas características no se
limiten por contribuciones tradicionales como la segmentación y menos la
creación de nichos. Esta estrategia pretende hacer a un lado cualquier tipo de
competencia desleal, creando así suficiente espacio para todas las empresas;
aunque realmente, el principal factor que le diferencia de las estrategias de
océano rojo, es la apertura genérica de un mercado que probablemente no esté
siendo explotado; dentro de esto se hace un análisis exhaustivo para determinar
qué necesidad no está siendo cubierta y cómo aprovechar esta oportunidad para
satisfacerla y poder crear un nuevo mercado mucho más grande a partir de
necesidades pequeñas. Si bien es cierto, continúa siendo muy vanguardista e
innovador; y está, al menos en El Salvador, lejos de ser aplicada ya que se
vive en un país competitivo por naturaleza y con mucho emprendimiento. Además,
el suponer la aplicabilidad de esta estrategia, para muchos sería una mala
inversión, por la forma en que se mueve el mercado y la economía, sin embargo
no se deja de plantear la posibilidad de generar este tipo de estrategias
aplicadas a las grandes, medianas y pequeñas empresas. Es un gran paso al
futuro que podría beneficiar, no sólo a las empresas y sus colaboradores, sino
también, a la comunidad en general.
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